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La aventura es un estado de ánimo

La  aventura auténtica, no aquella que se conforma con la ostentación publica, no es ni una fuga hacia adelante ni una voluntad ,consciente o no, de darse una descarga de adrenalina. La aventura extrema es por el contrario aquello que nos permite, a través de emociones raramente experimentables en la vida cotidiana, entrar en una relación mucho más íntima y auténtica con nosotros mismos. La aventura es ese momento de ruptura en el cual nos damos cuenta de que no basta, como hacemos normalmente, de conformarse con reproducir automáticamente aquello que hemos aprendido. Nos embarcamos en una aventura para aprender a aceptar las dudas y los interrogantes, y además utilizarlos para estimular nuestra creatividad y ser capaces de producir nuevas soluciones, estrategias y comportamientos que antes no teníamos o imaginábamos.

Aventura en las montañas

Pero, ¿cómo es posible adoptar nuevos  comportamientos o soluciones que no hemos aprendido? En infinidad de ocasiones, funcionamos con un software, un programa, que está bien diseñado para luchar contra lo desconocido. pero tenemos también en nuestra posesión un hardware, un disco duro, que contiene la conciencia de nosotros mismos en el instante presente, nuestras intuiciones, respuestas, emociones a las cuales no tenemos acceso, protegidos cómo estamos dentro de nuestra zona de confort. En el momento en el que aparece un cambio brusco, la magia del proceso de la aventura es aquella que nos empuja a conectar con nosotros mismos, ir a buscar dentro de nosotros los recursos que necesitamos para afrontar una nueva situación. En una aventura, no basta explorar el mundo exterior, se necesita también ,y sobre todo, explorar el interior, para sacar de lo más profundo de nosotros mismos aquello que no hemos aprendido todavía a utilizar. En este sentido, la aventura es una crisis que se acepta, y que incluso se provoca, y una crisis es una posibilidad de aventura que la vida nos ofrece y que rechazamos por miedo a perder el control. Y en cada instante de nuestra vida es posible decidir si el cambio que aparece, llega para destruirnos o al contrario para que evolucionemos, empujándonos a encontrar en nosotros los recursos que ignorábamos hasta ese momento de nuestra vida. Me sorprende siempre constatar que habitualmente utilizamos solo una pequeña parte de nuestra capacidad de conciencia y de sensibilidad. La vida nos ofrece cada día la oportunidad de abrirnos a su verdadera naturaleza y dar un paso fuera de los senderos conocidos. La aventura no es algo que se hace, es algo que se vive, que se siente, que se prueba. Un estado de ánimo frente a lo desconocido. Aventura significa aprender a abrirnos a nuestra vida interior para acercarnos a aquello que le da un sentido al hecho mismo de existir. En nuestra rutina cotidiana, este camino está lleno de prejuicios y de miedos irracionales que nos impiden cuestionarnos nuestra manera de hacer. Mientras volamos en globo, mientras vivimos la experiencia de estar entre el cielo y la tierra empujados por el viento, cambia la visión de la vida. Es desconcertante porque nos encontramos en una situación precaria con nuestros conocimientos, concepciones y hábitos. Volar en globo se convierte en una metáfora de la vida. No de la vida como la vivimos normalmente, sino cómo podríamos vivirla. Las convicciones y certezas que están detrás del miedo a lo desconocido, son el origen de la mayor parte de nuestro sufrimiento y la voluntad de control por falta de confianza y de intuición, nos hace a menudo rechazar los regalos de la existencia. Lo interesante de la aventura es que rompemos el funcionamiento rígido y nos salimos de nuestra zona de confort, viviendo de forma diferente a la rutina paralizante de la vida cotidiana. La aventura, existe sólo en la medida en que somos empujados de forma irreversible, no si podemos elegir pararnos a lo largo del camino y rechazar la experiencia. Si existe solamente una posibilidad de volver atrás, lo hacemos antes de ser obligados a encontrar las soluciones dentro de nosotros mismos. Cuando el viento nos empuja a través de una cordillera con más de 200 km de montañas nevadas de más de 4000 metros no hay manera de hacer marcha atrás. Ni tampoco cuando despegamos de una pequeña isla en medio del mar. Debido a la ausencia de puntos de referencia, nos sentirnos desestabilizados por las situaciones imprevistas que se presentan. Sentimos una especie de miedo al percibir el peligro de aquello que hemos emprendido. No podemos utilizar ningún esquema de pensamiento habitual, ningún reflejo, ni en nuestras relaciones, ni en la vida a bordo y tampoco en nuestro modo de pilotar.

Aventura en las montañas

No sabemos tampoco qué sucederá al minuto siguiente, pero no podemos parar ni dar marcha atrás. La incertidumbre, curiosamente , nos permite entregarnos al instante presente, permitiéndonos así mejorar nuestras capacidades y eficacia, al olvidarnos de los prejuicios y desarrollar la confianza para adaptarnos a cualquier nueva situación. Esta ha sido la relación de confianza que hemos establecido con la incertidumbre y lo desconocido: aumentar nuestro sentimiento de libertad. La vida se convierte en una extraordinaria aventura si conseguimos vivir o percibir positivamente los cambios drásticos con una mirada que permita estimular nuestra capacidad creativa. La existencia nos pone regularmente sobre nuestro camino momentos en los cuales perdemos el control, pero hacemos de todo para evitarlos, porque muchas veces se manifiestan bajo la forma de crisis o de dramas. Pueden ser vistos como jugarretas de la vida que hay que rechazar por todos los medios, o como ocasiones inevitables de buscar dentro de nosotros nuevos recursos para evolucionar. Podemos elegir cómo vivimos las tormentas que soplan en nuestra vida. Tenemos la libertad de poder  interpretarlas como un estímulo para desarrollar nuestras fuerzas creativas delante del destino, aprendiendo a tomar una cierta perspectiva y un nuevo orden de nuestro sentido de los valores , comenzando por la responsabilidad con nosotros mismos. Tomar conciencia de nuestra libertad y responsabilidad  frente a nuestra vida y frente a la de los demás nos empuja a esforzarnos siempre más para mejorar nosotros mismos y nuestro ambiente. Se necesita entonces, iniciar a tener confianza con los vientos de la vida.

Viaje en globo

Durante muchos años he creído que la eficacia se basaba en aprender a controlar y luchar contra el viento. Sin embargo el vuelo en globo me ha enseñado que la pérdida de control puede generar una habilidad mucho más elevada, una conciencia de mí mismo, de la vida, aún más perdurable. El vuelo en globo se ha convertido en una filosofía de vida, una filosofía en la cual, para aprovechar a nuestro favor los acontecimientos que no se pueden cambiar, se sigue su curso . He conseguido así encontrar ideas nuevas en el viento desfavorable para aprender de cada situación nueva. Y tú, ¿cómo vives la incertidumbre? ¿Temes al cambio o confías en él? ¿Te estimula o te paraliza, perder el control?

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